Rinitis, una alergia insufrible en niños
Condiciones como mayor contaminación ambiental, más alimentos procesados, aumento de la población y mejores métodos de diagnóstico han provocado el aumento de las alergias en el mundo. La rinitis parece multiplicarse a velocidades sorprendentes. Hoy, las estadísticas apuntan a que el 20% de la población mundial presenta un problema alérgico.
Según el pediatra Vladimir Muñoz, más allá de que la rinitis se intensifique, se ha encontrado que gran parte de la población infantil vive la llamada ‘marcha atópica’, es decir, una asociación de enfermedades alérgicas, de las cuales la rinitis es debutante, pero que ya evoluciona a dermatitis, alergia alimentaria y asma.
Si mamá y papá son alérgicos, hay un 70% de probabilidades de que el hijo también lo sea. Si solo es uno de los padres, la cifra baja a entre 30% y 40%.
La cara típica del niño con rinitis revela que no la está pasando bien: tiene ojeras, en el dorso de la nariz hay un pliegue transverso que sale, porque está frotándose a toda hora. Muchos son pálidos, mantienen la boca abierta, roncan, tienen rasquiña en los ojos y en las fosas nasales y hasta viven haciendo muecas. Aparte, no duermen bien porque el mismo ronquido los despierta y el sueño no es reparador, lo que incide en el rendimiento escolar y en la baja atención. Su molestia es tal, que todos los demás piensan que tienen gripa a toda hora.
¿Puede manifestarse desde bebés?
No. La rinitis es de aparición tardía -después de los cuatro o los cinco años- y tiene su máxima presentación entre los 9 y los 15 años de edad.
Esta condición puede remediarse espontáneamente o durar toda la vida. La tercera parte de los niños que en su primera infancia la sufren se curan y, dependiendo de la carga genética, algunos la sufren por muchos años más.
Mejorar es casi curar
De acuerdo con el experto, si bien no hay una cura definitiva para la rinitis, sí es necesario seguir ciertas recomendaciones:
– La piedra angular del tratamiento es identificar la sustancia que genera la alergia. Puede ser el polvo casero, la exposición a una mascota, los pájaros, la saliva del gato odel perro, las flores, los helechos, los ácaros o, incluso, los conservantes que se le añaden a la comida en lata o en frasco, el humo del cigarrillo y los cambios de temperatura.
– Es prudente ofrecerle al niño una alimentación lo más natural posible.
– Si al cabo de tres meses y luego de quitar el alérgeno y cambiar la alimentación, el niño no mejora, el pediatra indicará la medicación correspondiente.
– El deporte aeróbico es altamente recomendable, sobre todo, la natación.
– En casa, el manejo de la congestión se puede hacer con suero fisiológico o solución salina y la ayuda de un atomizador o de una jeringa.